Leo hoy en Microsiervos un artículo cuyo título es más que revelador: "El precio de la estupidez: Instagram pierde a muchos de sus usuarios más activos".
La historia es ya conocida: Instagram dijo que iba a modificar sus términos de servicio y, entre otras cosas, de ellos parecía deducirse que Instagram se reservaba el derecho de cobrar a compañías a cambio de dejarles utilizar nuestras fotos, por ejemplo, para anuncios.
La respuesta de los usuarios obligó a Instagram a, en un primer momento, señalar que se trataba de un malentendido y, posteriormente, introducir modificaciones en los nuevos términos de servicio que, a todo esto, entrarán en vigor el 16 de enero de 2.013 (o entraron si, como es más que probable, lees esto después de esa fecha).
¿Una batalla ganada por los defensores de la privacidad y los derechos de los usuarios? Quizá, pero yo soy pesimista.
Hoy también me encuentro con otro títular: "España: líder europeo en adicción a Internet". Aunque sea en una enfermedad como ésta, en algo teníamos que ser líderes en estos difíciles tiempos que corren. Pero no es sólo la adicción que alcanza a un 1,5 % de nuestros jóvenes: es que casi un 28 % reconocen que han descuidado otras cosas por andar más conectado a Intenet de la cuenta.
Demasiada dependencia. Estamos demasiado "colgados" de smartphones, correos, redes sociales y demás. Y detrás de ellos están compañías que, creemos, nos ofrecen servicios de forma gratuita. Pero si cuando uno va al mercado a por carne, le cobran por ella, a alguien le debería extrañar tanto "gratis total". O pensar que, en el mercado, a quien no le suelen cobrar es al cerdo o a la vaca. Que todo eso que nos ofrecen es un señuelo para conseguir lo que para ellos es su materia prima, no su clientela.
Y lo peor es que muchas veces aceptamos sin siquiera echarles un vistazo las condiciones que nos imponen. Esta vez salió a la luz y hubo revuelo, pero seguro que más adelante habrá, aquí o en otro sitio, un movimiento similar al de Instagram. Y que alguna vez terminará colando.
Enre la dependencia de estos servicios y las nuevas tendencias con hardware cada vez más cerrado y con stores de software más exclusivas, al final uno no puede sino darle la razón al gran Bruce Schneier y afirmar que estamos llegando a un estado de "Seguridad Feudal", con señores que tienen todos los derechos.
Y con vasallos.